1989 fue el año del cambio; el año de la celebración, el vértigo y la incertidumbre. Y sobre todo, la constatación de que la caída del muro de Berlín iba a definir un nuevo comienzo para Europa. La noticia de la caída fue tan inesperada como la de su construcción, pero la sensación era diferente en cada berlinés. El paso fronterizo de Bornholmerstrasse fue testigo de la apertura a las 23.00 h. del 9 de noviembre de 1989: gritos, alegría, botellas de champán y abrazos entre berlineses. A partir de aquello, llegó todo lo demás. La ciudad debía reinventarse y asimilar qué iba a implicar la Reunificación. Barrios periféricos como Kreuzberg, Tiergarten o Mitte pasaban a estar en el centro de Berlín, y la lógica urbanística que trajo el muro tenía que borrarse a partir de 1990. Durante muchos años, la ciudad seguiría descentralizada debido a la guillotina ideológica que la había atravesado durante 28 años. De dos ciudades debía concebirse una, pero eso era lo más fácil. Lo más difícil era asumir que este proceso político, económico, urbanístico y emocional iba a implicar dejar atrás muchos referentes culturales que se asumieron como obsoletos (y equivocados) para abrazar otros entendidos como símbolos de progreso y modernidad.
Para el otoño de 1989 se empezaban a respirar en las calles nuevos aires que pedían libertad, y ese verano había sido especialmente complicado para el gobierno de la República Democrática Alemana (RDA) cuando Hungría retiró el Telón de Acero de su frontera con Austria. Antes de que fuera demasiado tarde, muchos alemanes orientales que fueron de vacaciones a Hungría aprovecharon para cruzar a Austria y acceder así a la República Federal. Pero si hubo un punto de inflexión clave para la ciudad fue el 7 de octubre de 1989. La RDA celebraba los cuarenta años de su fundación con su habitual despliegue militar por la Avenida Karl-Marx. Mijail Gorbachov y Erich Honecker fueron testigos –sin saberlo- de la última marcha militar en la historia de la RDA. Mientras tanto, en Alexanderplatz, la plaza más importante de esa pequeña república, se estaban celebrando las Revoluciones Pacíficas, el movimiento popular que llevó finalmente a la caída del muro en noviembre de 1989. Iniciadas en iglesias de ciudades como Leipzig o Berlín, estas manifestaciones fueron debilitando la fuerza de un partido que ya no tenía el apoyo ni de la Unión Soviética. Su razón de ser fue la lucha por la democracia y la posibilidad de elegir, si así lo querían, un modelo socialista; pero en las urnas y siempre dentro de un marco democrático.
Para principios de 1990, manifestaciones musicales y artísticas se extendieron por ciertos barrios de la ciudad en una búsqueda de cambio que, por encima de todo, quería eliminar barreras. Arte urbano y música techno invadieron numerosos espacios vacíos, y símbolos de la división de la ciudad –como el Oberbaumbrücke o el muro- pasaban a representar unión y libertad. Y Berlín del Este empezó a ser la ciudad ansiada por todos. El profundo proceso de transformación que se dio en el nuevo centro del Berlín reunificado se pronunció, más si cabe, en barrios del Este como Mitte, Prenzlauer Berg o Friedrichshain. La llegada, primero de okupas y luego de inversores, el interés turístico y la curiosidad de todo aquel que quería saber cómo era “la otra ciudad”, han hecho de Berlín lo que es hoy: una ciudad compleja, interesante y viva. Comprender su historia más reciente es imprescindible y, tanto para el berlinés como para el visitante, la ciudad ofrece un completo trabajo de memoria que da a conocer su pasado más reciente. Recorrer la huella que dejó el muro –en todas sus vertientes- es clave para adentrarse en aspectos que van mucho más allá de lo aparente y ayudan a entender lo verdaderamente significativo de una ciudad cuyo pasado en realidad es presente.
Hoy Berlín quiere recordar todo aquello. La alegría, la sorpresa, el cambio y el miedo a lo desconocido. Con un nuevo comienzo tan abrupto llegó una nueva identidad que poco a poco ha ido desdibujando las marcas que dejó el muro, pero que no puede curar tan rápidamente las heridas que provocó. Todo se vivió con demasiada intensidad y rapidez, y treinta años más tarde, la ciudad se prepara para mirar atrás y recordarlo. Queremos aprovechar para recomendarte algunos eventos que ha organizado la ciudad. Con el nombre de “Ruta de la Revolución”, se están celebrando desde el día 4 de noviembre hasta el próximo domingo 10, eventos musicales y cinematográficos, charlas o instalaciones de luz y sonido en siete lugares históricos de la ciudad, como la Puerta de Brandeburgo, Alexanderplatz o la East Side Gallery. Además, el 9 de noviembre Berlín se convertirá en un gran escenario al aire libre con conciertos y actuaciones musicales vinculados a los acontecimientos que se dieron entre 1989 y 1990.
Sólo treinta años después de la caída del muro, Berlín tiene mucho que ofrecer a todos los que quieren conocer su historia más reciente. No te pierdas las diferentes alternativas que tiene la ciudad para disfrutar de un otoño lleno de eventos: historia, cultura y memoria se dan la mano en las calles de una ciudad dinámica y cambiante y, sobre todo, con unas tremendas ganas de vivir.
Autora: Celia Martínez García